Por Tina Gardella para El Diario del Juicio
Como las olas. Van y vienen. Como las olas. Así son los intentos por
negar y ocultar los crímenes cometidos
por el terrorismo de estado. No se trata de los imputados que están siendo
juzgados en los juicios de lesa humanidad, muchos de los cuales desarrollan
cuidadosos y puntillosos descargos sin nada nuevo por agregar a las causas.
Sino del poder político representado por quienes ejercen funciones
gubernamentales, como así también por actores socio-culturales-políticos
que manifiestan, en el mejor de los
casos, desconocimiento cabal del proceso de construcción de memoria, verdad y
justicia y desconocimiento de la gravedad ideológica de la actual coyuntura neo
liberal en nuestro país.
El “negacionismo” como se conoce a la tendencia a negar los crímenes
cometidos por el terrorismo de estado y que surgiera en virtud de negar los
crímenes del nazismo contra los judíos, adquiere formas diversas que van desde
negar el número de los 30 mil desaparecidos hasta la famosa teoría de los dos
demonios que estafa a la memoria histórica al no decir nunca que detrás del
asalto al gobierno hubo un plan económico a instalar de transferencia de
recursos de los sectores asalariados y de los más empobrecidos hacia los más
poderosos.
Pero esto, que no es nuevo, tiene en esta etapa de gobierno neo liberal,
otras formas y adquiere nuevas dimensiones cuando lo político se expresa de
manera mezquina en su lectura de relación de fuerzas y necesaria acumulación de
poder.
Menoscabar a los diferentes organismos de derechos humanos,
relacionarlos con coyunturas jurídico/políticas y hasta interpretarlos por
ausencias y/o presencias en recintos judiciales de hechos que fueron de notoriedad
pública, es una forma otra de negar que el motivo verdadero del terrorismo de
estado fue instalar un plan sistemático de exterminio de los opositores con el
objetivo de re formular la economía y la política y por lo tanto violentar todo
proceso de construcción de soberanía política, económica, social y cultural.
El juicio del Operativo Independencia que se sustancia en Tucumán en
estos días, pero además todos y cada uno de los 12 juicios que contaron con la
presencia diaria y sistemática de familiares y militantes de organismos de
derechos humanos, pero también de estudiantes y periodistas, pueden dar cuenta
de las dificultades de poder trabajar con la comunidad tucumana en general, las
formas del “negacionismo” en la provincia y de los esfuerzos de quienes asisten
a las víctimas y sus familiares, colaboran con la recolección de pruebas,
ayudan a debatir y reflexionar y llevan información de lo sucedido en las
audiencias, para construir colectivamente el rompecabezas de una sociedad
atravesada por el terror.
Es cierto que el camino transitado a nivel nacional e internacional
torna improbable que prosperen planteos negacionistas. Pero minan y desgastan
las fuerzas populares. Por eso y para ello se las instala desde quienes
detentan el poder y no están dispuestos a que se llegue a los civiles con los
juicios de lesa humanidad.
Lo que se torna difícil de explicar es que fuerzas políticas que
ideológicamente comprenden los objetivos
del negacionismo, se sumen con sus
estrategias esencialistas de identidad política a la crítica casual, al golpe
bajo, a las exigencias panfletarias como si el campo popular fuera lo mismo en
un gobierno u otro.
Se acerca un 24 de marzo emblemático, y estaría bueno que ese campo
popular esté configurado por olas que van y que vienen de acumulación de poder,
no de intentos vanos de impunidad o mezquindades políticas que terminan
justificando esa impunidad.
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