- por Tina Gardella para el Diario del Juicio
Sin embargo la memoria necesita
tanto de la palabra poética como de la palabra explicada. De las voces y de los
pasos. De lo dicho y también de los gestos y movimientos. Porque de ese
conjunto daba cuenta el estar o no estar, el sentirse vivo y el pensar sobre el
destino de ese estar y sentirse vivo.
“Lo primero que me llamó la atención es que cuando entraron a casa me
pidieron el documento. Apenas les entregué, lo rompieron
en pedazos, mirándome y diciendo `ya no
te va a servir`, relató Juana ante el Tribunal recordando su secuestro en
marzo del 76. El gesto, como anticipo de la anulación y la desaparición, cobró
vida en el recorrido que Juana y otros sobrevivientes hicieron de la Escuela de
Educación Física.
Considerada como uno de los
Centros Clandestinos de Detención emblemáticos por lo que significa un espacio
universitario, la Escuela de Educación Física fue en el país, uno de los primeros
sitios `marcados` como CCD. Un grupo de artistas, a instancias de los
Organismos de Derechos Humanos de Tucumán, realizó y montó un mural denunciando
el empleo de este espacio educativo por parte del terrorismo de estado. A ese
mural de 1984 le siguió años después, la
colocación de una placa como Monumento Histórico de la Memoria en 1998 y la de
Sitio Permanente de la Memoria en 2002 por Resolución del Consejo Superior de
la UNT.
“No tengo dudas de que era la Escuela de Educación Física. En algún
momento estudié allí. Por otra parte sentía el ruido de los aviones porque en
ese momento estaba cerca el aeropuerto y también sentía el ruido del trampolín
de la pileta de natación. Los casilleros de los vestuarios hacían de pared…”
Lo que Juana también sentía allí,
era a Manuel, su marido, que está desaparecido, y a su hijo porque estaba
embarazada. Sentía la radio a todo volumen, la tonada litoraleña de los
custodios y el acento aporteñado de los torturadores. Sentía que a algún lugar
los llevaban después de la tortura. Sus aportes certifican el circuito
represivo que finalizaba, en el sentido más literal del verbo, en el Arsenal.
Por lo que caminar, pisar y tocar
ese lugar, más allá de los años transcurridos, coloca a ese recorrido en una de
las operaciones más significativas para el mantenimiento y custodia de la
memoria. Operaciones que no son automáticas y espontáneas ni tampoco puramente
prueba jurídica. Son operaciones como procesos que se desarrollan en el tiempo,
que implican sentidos sociales y colectivos y sobre todo, la voluntad firme y
segura de quien como Juana, pudo procesar su cárcel, la juventud trastocada, la
ausencia de Manuel, la presencia de su hijo querido, las palabras y los gestos
que dan cuenta de las señales de vida que aguerridamente la acompañan.
La pregunta que se nos instala es
cuánto de su recorrido material y simbólico, cuanto de su dolor y de su memoria
se explayan hacia ese mismo sitio, caminado ahora junto a otros sobrevivientes,
junto a jueces, querellantes y defensores, junto a periodistas y estudiantes…
Cuánto será que impacta este
reconocimiento en quienes allí estudian y lo habitan…
Cuánto y cómo procesan estas
intervenciones, estos sitios de la memoria que no son sólo lugares concretos y
materiales sino también espacios simbólicos que en el inconsciente colectivo
forman parte del acerco cultural y político de una comunidad…
Cuánto se podrá avanzar en
considerar que al mural de los artistas de 1984 y a las placas de las
autoridades en cuanto a lugar y sitio de la memoria de 1998 y 2002, se le pueda
agregar este recorrido movilizador para la comunidad educativa de la Escuela de
Educación Física como único reaseguro de la apropiación de la historia y la
memoria, más allá de Juana y los demás sobrevivientes, del Juicio y el castigo
a los culpables.
Cuanto de razón podrá tener
Gelman al señalar que “tal vez estos no
sean tiempos para la pasión, pero no son tiempos para la indiferencia.”
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